Te voy a contar una anécdota que me encanta. Fue hace ya algunos años pero todavía me río cuando me acuerdo.
Verás, una pareja de amigos tuvieron una niña.
Una preciosa y sonrosada bebita.
Estaban allí en la habitación del hospital, enamorados de su recién nacida retoña y no podían dejar de mirarla.
Ya sabes cómo somos los padres primerizos…
- Cuentas los deditos varias veces y siempre respiras cuando llegas al 20;
- Mientras duerme, pones la mano bajo la naricita cada 10 minutos, no sea que no siga viva;
- Disparas fotos hasta que te duelen los dedos (yo creo que aún tengo callo) o te peta la memoria del móvil. Sobra decir que cuando las revisas, son todas igualitas.
- Y coges a la criatura con más miedo que vergüenza, con mucho cuidado de que no se te rompa en pedazos.
No te preocupes, no eres tú, la cosa funciona así casi siempre.
Bueno, ya te imaginas esos dos padres orgullosos en la habitación de la maternidad esperando la visita del pediatra.
Toc, toc.
El buen hombre llega, les saluda y se presenta.
Después, coge a la diminuta niña por los tobillos, boca a bajo, cual saco de patatas, hasta que se la coloca en el otro brazo, en un movimiento que recuerda a un violinista virtuoso.
Los padres flipando, claro.
Ojipláticos.
El padre, después del susto, le dice…
“¡Vaya, cómo se nota la práctica!”
A lo que el médico contesta…
“Si. Bueno, la práctica Y QUE NO ES MI HIJA, claro”
Qué arte, oiga.
Los padres no sabían si reír o llorar pero a mí cuando me lo contaron me pareció lo más divertido que he escuchado en mucho tiempo.
Si te cuento que esto ocurrió en Sevilla… el salero que tiene esta gente 😉
Qué crack el pediatra y QUÉ RAZÓN TENÍA.
Vengo a contarte esto porque me lleva a un error que comete mucha gente a la hora de vender.
Hasta gente con muchos años de experiencia en ventas, me ha reconocido que en un momento dado se han visto equivocándose de esta manera.
Mira, el amor es ciego.
Hasta aquí todo bien.
Nos convierte en seres miedosos, inseguros y que no tienen ojos más que para su objeto de deseo.
Y con un proyecto, un negocio y un producto, pasa lo mismo.
Es tu bebé.
Te lo has currado, has puesto todas tus ilusiones en él, te has dejado la piel y lo has parido.
Por fin.
Y no puedes dejar de mirarlo con cara de bob@ y de contar todas sus características y ventajas.
Pero es que verás, no sé cómo decirte esto, pero es que…
A LOS DEMÁS LES IMPORTA UN PEPINO.
Tu esfuerzo, tus horas sin dormir y lo guapo y bueno que sea tu bebé, les da exactamente igual.
Ellos tienen sus propios intereses, sus propios hijos y su propio objeto de deseo.
Y tiene que ver con ellos mismos.
Así que deja de hablar de ti y ocúpate de lo que a ellos realmente les interesa y abre los ojos de una vez.
Desenamórate un poquito, marca distancia y deja de hablar de la parte que a ti te chifla de tu producto o servicio.
Porque probablemente, no coincida con lo que quieren tus clientes.
Y tampoco coincida con lo que puede hacer QUE EMPIECES A VENDER DE VERDAD.
Yo también estoy enamorada de mi servicio de copywriting, por eso, en mi carta de ventas intento ocuparme de lo que te interesa a ti.
Bueno, ya juzgas tú y me cuentas si te apetece ;-).
Buen día y hasta la próxima,
Sandra